sábado, 15 de junio de 2013

La hoja

Os dejo un pequeño fragmento que escribí hace un par de horas, espero que os guste: 


Justo me detuve en ese momento para observar todo aquello que me rodeaba. Plegué mi cuerpo recogiendo mis piernas y ya sentado, empecé a observar más detenidamente. Observaba cómo las hojas eran empujadas con sutileza por aquella suave brisa, pero sobre todo me quedé mirando una hoja. Sí, esa hoja me resultaba familiar. Y vosotros os preguntaréis por qué aquella hoja y no otra. Aquella hoja cayó lentamente oponiéndose a su estado, oponiéndose a la dirección del viento, y sobre todo, oponiéndose a la vida. En ese momento, me sentí identificado y lo que más me extrañó, fue que una simple hoja me hizo pensar. Y es que muchas veces, tenemos esa capacidad maligna o fabulosa de identificar a alguien con una simple cosa, con un simple gesto. Supongo que podréis deducir de qué tipo de capacidad se trataba. 

Me levanté, no podía seguir allí. Caminé durante unas horas en las que en mi cabeza sólo existía aquella hoja. Temí caer en cualquier momento como ella pero de repente me fijé en mi sombra. Estaba justo delante de mi y además os puedo asegurar que estaba siendo pisada por un hombre. ¿Debía pedirle explicaciones a aquel hombre por ir pisando mi sombra?.

Seguí caminando y observando cómo el hombre pisaba repetidamente mi sombra cuando aquella sombra a la cual empezaba a tenerle cariño, empezó a desaparecer. Por el momento, me dí cuenta que había olvidado aquella dichosa hoja y además pensé que fue aquel hombre quien la destruyó de mi pensamiento. Aquello empezó a tener sentido, la hoja había desaparecido de mi mente y además pude concluir una cosa mucho más importante, aquella hoja sólo podía quedarse tendida en el suelo esperando ser retirada del camino, golpeada e incluso transformada pero una persona no. Me sentí con fuerzas, respiré y seguí caminado. 


José Ángel Moya

No hay comentarios:

Publicar un comentario